Patricio Granja Zambrano, de 53 años, se siente un guayaquileño más aunque nació en La Libertad. Desde joven se acostumbró a los cambios por las continuas mudanzas de ciudad por el trabajo de sus padres, que lo llevaron a vivir en Quevedo y Vinces. En esta última, Granja trabajó diez años a fines de los noventa como jefe de agencia del desaparecido Filanbanco.

Conociendo de antemano que la edad en ciertos empleos es un requisito primordial, Granja fue previsor y comenzó a prepararse en lo que sería su futuro. “Yo leía en los anuncios de periódicos que pedían ayudantes, asistentes, jefes o auxiliares hasta de máximo 30 años. Sabía que en algún momento debería salir”, cuenta.

Fue entonces que, durante los fines de semana, Granja viajaba de Vinces a Guayaquil para aprender todo lo relacionado con el negocio de los repuestos, en el local El Motorcito, en Víctor Hugo Briones y Huancavilca, de Luis Soledispa.

“Ahí venía a aprender los sábados. Yo nunca trabajé en un almacén de repuestos. Él me enseñó durante un año. Cuando cerró Filanbanco decidí abrir mi local”, relata Granja.

La Casa del Motor es el negocio que emprendió Granja con los ahorros de su anterior trabajo. En sus inicios, el local estuvo ubicado en la esquina de Huancavilca y Víctor Hugo Briones y las ventas no fueron lo que esperaba.

“Antes, como no tenía vehículo entregaba los pedidos de los repuestos yo mismo y cogiendo bus. Entonces, cuando entregaba uno, me llamaban de otro lado y me tomaba más tiempo”, explica Granja. Hace seis años montó su propio local en Cuenca y Tungurahua.

Dentro del local, distribuidos de manera ordenada y con sus respectivas identificaciones, tiene más de un millar de repuestos para motores de vehículos japoneses y coreanos.

Sus principales clientes son los dueños de los locales ubicados en la calle Ayacucho. Incluso algunos de los trabajadores de estos comercios llegan en busca de accesorios en sus bicicletas.

Ernesto Barahona, de Accesorios y Repuestos Darío, en la calle Ayacucho, va al local toda la semana, unas dos veces al día, en busca de alguna pieza faltante.

“Yo vengo desde hace tres años, y lo bueno es que siempre hay variedad de repuestos y a uno lo atienden rápido”, dice Germán Ortega, quien posee un local automotriz en la Zona Rosa, centro de Guayaquil, y es cliente de Granja.

Ahora en su negocio, Granja ya no trabaja solo. Con él laboran alrededor de cinco personas, quienes como él también aprenden del negocio automotriz, entre ellos, su hijo, Andrés Granja, quien aspira a trabajar de lleno en la empresa.

 

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